18/08/2010
LA NUEVA ESPAÑA "El Gobierno empuña el trabuco"
Anxel Vence
Fiel a sus costumbres veraniegas, el Gobierno acaba de anunciar por boca del ministro José Blanco una nueva subida de impuestos que se agregará a las ya aprobadas en anteriores ejercicios. Pasan los años, pero las tradiciones no varían. También fue Blanco –y no la encargada de Hacienda, Elena Salgado– el que, en agosto de 2009, informó al público en general de la necesidad de cargar la mano sobre los tributos, propósito que apenas tardó unos pocos meses en concretarse en los Presupuestos Generales del Estado. Como probablemente sucederá ahora, claro está.
Los diezmos que el Estado exige a sus súbditos eran conocidos en la antigua Galicia rural con el nombre de "trabucos": y ningún otro nombre parece más conveniente para describir lo que en esencia es un asalto a los bolsillos de los trabajadores. Pero todo tiene su explicación.
Alega el ministro trabucaire de Fomento que los españoles pagan poco a Hacienda en comparación con los ciudadanos del resto de Europa y, por lo que se ve, está dispuesto a europeizarnos lo antes posible. No parecen tan convencidos, sin embargo, los inspectores y técnicos del Fisco, que algo deben saber de esto. Admiten, ciertamente, que la carga de tributos en España está algo por debajo de la media continental; pero a la vez recuerdan que también los sueldos son muy inferiores aquí a los de Alemania, Francia, el Reino Unido y otros países con los que Blanco quiere homologarnos por la vía del trabuco.
Sorprendentemente, el anuncio de esta nueva subida de impuestos no ha generado particular ansiedad entre las gentes más acaudaladas del país. Es lógico, si bien se mira. Las grandes fortunas cuentan con mecanismos de tributación a bajo precio habilitados por el propio Estado, que les garantiza un cómodo refugio por si pudieran caer en la tentación de llevarse sus capitales a otros lugares de mayor amabilidad fiscal. Y nada tienen que temer tampoco aquellos que gracias a su cuantioso patrimonio puedan darse el gusto de vivir de rentas. Son los propios recaudadores de tributos quienes reclaman –sin mucho éxito– que se les dote de medios para actuar contra las enormes bolsas de fraude concentradas en esos ingresos a menudo invisibles para Hacienda.
El único método rápido y seguro de obtener fondos con los que pagar a las constructoras de obras públicas se reduce, por tanto, al sangrado de las nóminas de los trabajadores contra las que el Gobierno enfila ahora –como cada verano- su trabuco. Existe, cierto es, el riesgo de que a fuerza de ordeñarlas una y otra vez, las ubres de los asalariados queden tan exhaustas como hartos de tributos los propios contribuyentes. Pero acaso se trate de un riesgo perfectamente calculado por los que mandan.
Si algo han demostrado efectivamente hasta ahora los españoles es que son gente de buen conformar y poco dada a la protesta. Tanto da si se les baja el sueldo, se les congelan las pensiones o se les aprietan las tuercas de los impuestos, los ciudadanos de este país tienden a asumir cualquier desdicha con mansedumbre y la más perfecta resignación cristiana. Por fortuna, el Gobierno no ha pensado todavía en reinstaurar el derecho de pernada sobre las jóvenes casaderas; pero aun en ese caso resultaría improbable que el dócil pueblo español ejerciese su derecho al pataleo más allá de la barra del bar.
Conscientes tal vez de ese singular rasgo que parece caracterizar a sus gobernados, el presidente Zapatero y su edecán Blanco se disponen a asestar ahora un nuevo rejonazo fiscal a los trabajadores españoles en la confianza de que no pasará nada. Pasito a pasito, el Estado –que es como una madre- acabará por cobrarles todo el sueldo excepto una pequeña suma semanal para sus gastos. Si es que somos como niños.
BANDOLERDO
(Bandolero torpe para comprender o ejecutar algo)
Un falso "Curro Jiménez"
este estudiante algarrobo
para dárselo al que tiene
se lo quita al pobre bobo
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