lunes, 30 de noviembre de 2009

LA SUITE DE INTERNET - PERIODISTAS Y FUNCIONARIOS

LA PROVINCIA-DIARIO DE LAS PALMAS - 30/11/2009.-

VERGÜENZA DE TRABAJAR EN ESTO

FRANCISCO POMARES Hace unos días, todos los periódicos de Canarias, todas las emisoras de radio y todos las cadenas de televisión abrían su oferta informativa con la terrible historia de una niña de tres años, violada, golpeada y quemada por su padrastro en el sur de Tenerife. Una oleada de asco y horror sacudió las conciencias de miles de personas por lo general dormidas ante la sucesión de infamias y miserias en que se han convertido los informativos de los medios audiovisuales, contaminando también a las páginas de sucesos de los periódicos.


La niña murió el jueves pasado, y los medios volvieron a informar de que la muerte se produjo como consecuencia de las heridas sufridas por su maltratador. Escuchamos comentarios en nuestros centros de trabajo sobre la necesidad de reimplantar la pena de muerte, y de aplicarla no sólo al energúmeno capaz de hacerle algo así a una pequeña inocente, sino a su madre por no evitarlo, no detectarlo, no denunciarlo. Fue el asunto de conversación favorito en los bares, en las casas, siempre acompañado del afán de justificar la vuelta a la ley del talión y de una absoluta y ciega credulidad ante todos los rumores, cuanto más hinchados mejor.


Dos días después, abriéndose paso entre el horror, comenzaron a escucharse comentarios y a publicarse informaciones -de rango muy inferior a las primeras, como siempre- alegando que los abusos sexuales no estaban probados. Alterado y revuelto el personal por las primeras noticias, fue que eso dio igual, que la sentencia pública ya estaba emitida y era inamovible: hubiera violado o no a la pobre niña, el hombre era un maltratador, un asesino, un energúmeno capaz de quemar y golpear hasta la muerte a la pequeña. No hubo nadie que diera un cuarto de instante por el pobre diablo, nadie que se erigiera en defensor de la presunción de inocencia, que no está en las leyes sólo para el político presuntamente engolfado, sino sobre todo para quien no tiene capacidad alguna de defensa ante la inmensidad del error.


Hasta el sábado. El sábado, el titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Arona puso en libertad y sin cargos al pobre hombre que fue detenido como autor de las lesiones: los informes forenses, los firmes testimonios de la madre de la pequeña y de los vecinos, el comportamiento nada sospechoso del detenido y la coherencia de sus explicaciones han venido a desbaratar un enorme malentendido, acrecentado día tras día por la marea rabiosa de la maledicencia y su impunidad.


Así, tras la decisión judicial, la historia es otra: la pequeña sufrió una caída cuando jugaba en un columpio. Se hirió de forma aparentemente superficial, y fue diligentemente llevada por su padrastro a un centro de salud, donde -ésa es otra- no se le apreciaron complicaciones importantes. Unos días después, y ante la existencia de dificultades respiratorias, volvió el compañero de su madre a llevar a la niña al hospital, donde un diagnóstico provisional, posiblemente caldeado en el ambiente de histeria enloquecida en la que vivimos, convirtió al hombre en un delincuente. Hoy sabemos que nunca existieron esos desgarros vaginales y anales cuyos detalles ofrecieron los medios, que los hematomas antiguos, supuestos rastros de palizas pasadas, eran los normales tras una caída, y que las quemaduras han sido rediagnosticadas como algún tipo de reacción alérgica.


Con rapidez, el Juzgado de Arona ha restituido a este hombre y a su compañera -la madre de la pequeña- la libertad. Pero la vida de ambos, aparte el dolor insoportable de la pérdida de una hija, ha quedado irreversiblemente torcida por la irreflexiva ferocidad de los medios y por la absoluta falta de contención de una sociedad excitada por la violencia ambiental, la manipulación de las noticias sobre abusos y desapariciones de niños y su artera y mezquina instrumentalización política.


¿Quién va a devolverle a este hombre su estima y su crédito? Es una terrible injusticia, pero no creo que vayamos a hacerlo quienes se lo arrebatamos. Por eso hay días en que me repugna mi trabajo.


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Tengo que poner negro sobre blanco que me caen muy bien la mayoría de los FUNCIONARIOS serios, honrados, rigurosos y orgullosos de su profesión...y también me caen muy bien algunos (muy pocos) PERIODISTAS.

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